UNO - HISTORIA DE RANK


Viernes. La mañana llegó con el cielo nublado, con una densa neblina metida por toda la ciudad. Prendí la radio, pero no había señal de ninguna emisora, tomé el control remoto del televisor y empecé a buscar canales locales, pero no encontré ninguno, sólo había canales extranjeros, y no entendí nada de lo que se decía, la mayoría reportaba paisajes nublados, seguramente relacionados con el raro clima de ahora. 

Por la ventana no podía observar nada, tratar de ver a través de la niebla era como querer ver lo que hay detrás de veinte tules de seda blanca, no me atreví a correr uno de los vidrios, quizá porque imaginé que el frío exterior golpearía. 

Tomé un abrigo de los gruesos y mi cámara fotográfica, bajé por las escaleras los seis pisos, y antes de llegar al umbral de la puerta del edificio me sobrecogió un estremecimiento leve, encajé todos los botones en los agujeros antes de salir por completo. Caía una lluvia finísima y encender un cigarrillo resultó una proeza en vano, no supe que dirección tomar, no veía nada, entonces caminé siguiendo la continuidad de la luz de los postes a mi izquierda, de forma lenta, al llegar a la esquina crucé a la otra acera y continué. De una esquina pasaba a otra, y luego a otra, y por ninguna calle había autos, era aún muy temprano para que la mayoría de locales abrieran, y pocas personas caminaban a esta hora. Tomé la cámara y empecé a capturar algunos detalles, cada imagen aumentaba mi euforia, empecé a perseguir el vació en la niebla, la sombra difusa, el calor sosegado.

Estaba en una ciudad extraña por designios del azar, no recuerdo exactamente los motivos que me impulsaron a viajar, todo esto me conforta, no recuerdo a nadie, no sé por qué, quizá no importe, me encuentro bien. Camino sin más, sin buscar nada, observando de manera persistente los relieves de la vereda, por ahora tengo la cámara que canaliza mi euforia, ese impulso de apuntar concentrado en algo, y desquiciado sigo, olfateando. Necesito beber un express, pero no sé a dónde ir. Aunque da igual a dónde entre, pregunto a alguien si hay alguna cafetería cerca, y me señala tres cuadras delante y sigue su rumbo, tiene razón ya presiento el aroma del grano. Necesito un express, acelero la marcha bajo este impulso ingrávido, lleno de desconcierto.


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