DOS - HISTORIA DE RANK

 

¿Qué es la verdad? ¿quién la tiene? ¿cómo se expresa? Los pensamientos nefastos me invaden, aprovechan mi débil condición. Los express recorren mis músculos, tempestuosos y sin salida. Ahora recuerdo, por qué estoy aquí... debo esperar una llamada, es para lo único que me sirve el teléfono... esperar aquella siguiente llamada de alguien... bebo varios express, tantos como pueda aguantar. La ansiedad gira sobre sí misma. Enciendo por fin mi cigarrillo. ¿Qué es la verdad?, fumo, eso es la verdad y, consciente de ello, los que están rodeándome y sienten el olor del tabaco quemado también saben que viene del cigarrillo que fumo. Ellos con sus expresiones validan mi conjetura. Lo que hago es verdad, pero esto es fácil de cuestionar y saber. ¿Quién me podría describir mejor que yo en persona? Nadie más que yo, sabe lo que yo soy y lo que yo hago. Era difícil saber dónde me encontraba en todo este temporal, seguí donde el ímpetu me llevara, caminé porque era la única manera de canalizar toda la energía que me recorría, después del cigarrillo encendido, no pude encender ninguno, era inútil. En un momento, al detenerme en la esquina para cruzar la pista, me sobrecogió un aire como golpe en el rostro y me invadió la nostalgia, esa sensación tenía un sabor que agrió mi boca. El miedo en alguna de sus manifestaciones me tomó para hacerme su presa, yo desde hacía tiempo era un prisionero, nada podía hacer, tenía las armas, él tenía en su poder mi credo. El dolor, todo el dolor, se asilaba en mi pecho, tronando, retorciéndose. Después de un momento volví a erguir el cuerpo, pero la pesadumbre no se fue. Y desde hacía tiempo la destrucción empezó desde adentro. Porque nada de lo que hago está validado por la verdad, en una razón valedera, por lo que engloba una causa. Los principios de la verdad no son justos, para nadie.

No tenía la certeza desde cuándo, este pasatiempo, si podría llamarlo pasatiempo, empezó. Lo que sé es que no puedo descender de este carro que está bajo el yugo de una fuerza que del mal sobrevive y me arrastra.

⎯¿Disculpe, podría decirme la hora? 

⎯Sí, podría, pero no llevo reloj.

Un anciano ebrio me miraba esperando a que le respondiese algo, y sus ojos eran como los de un búho bajo un juego de luz y sombra macabro.

⎯¿Podría decirme qué hora es en Guatemala, por favor?

⎯Disculpe usted, pero no tengo la menor idea ⎯dije lanzando una bocanada.

⎯Pensé que sabía ⎯movió la cabeza⎯ de todas formas gracias.

El anciano siguió delante cruzó la puerta y desapareció en la niebla.

Después de varios express no podía seguir sentado, el cuerpo me pedía movimiento. Bebí lo que quedaba en la taza, encendí otro cigarrillo antes de cruzar el umbral de la puerta. No tenía ninguna dirección como en el principio, ajusté el abrigo lo más que pude, caminé por calles aledañas sin preocupación, exploré sin otro objetivo que reconocer lugares. Ya estaba aquí, entonces mi única certeza del futuro era saber por dónde me desplazaría.



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